martes, 9 de noviembre de 2010

Seguir temiendo

Existen momentos que sin pensarlo nos transforman de una vez y para siempre.
Momentos que nos hacen ser personas completamente diferentes, momentos que nos hacen cambiar de direcciones, correr para otro lado, hablar con voces nuevas.
Y la trascendencia de esos momentos no radica en un gran acto, ni es preciso que tenga un nombre importante, carteles, globos o payasos. Tampoco se necesita de una vestimenta especial, ni de palabras mágicas. En realidad, ni siquiera sabemos exactamente cómo llamarlo, algunas personas pasan años de sus vidas tratando de encontrar una forma de denominar a eso que nos pone de cabeza para abajo. Buscamos palabras que puedan expresar lo que ese cambio significa, pero es completamente inútil, o por lo menos confieso que mis intentos han sido un fracaso.
Hay sólo algunas cosas que soy capáz de asegurar, nunca sentí tantas ganas de correr, de escaparme, de cerrar los ojos por mucho tiempo, de que la sangre transite mas lento por el cuerpo, de atarme las manos, de cruzar mis pies.
No puedo decir, lindo o feo, triste o feliz, no existen clasificaciones válidas, me agota pensar en que no sólo no puedo nombrarlo, sino que además ni siquiera se cómo me hizo sentir.
Aunque hay algo que si sé, y es que paraliza. Deja inmóviles cada uno de nuestros músculos, nuestra mirada se pierde, no existe neurona capaz de funcionar, somos casi pedazos de algo que no tiene vida propia. Dependemos de que el viento esté a nuestro favor, y de que no caigan piedras del cielo, dependemos de que a nadie se le ocurra lastimarnos o que algún titiritero trate de manejarnos con sus hilos. Somos seres totalmente indefensos, sin armas, ni siquiera podemos cerrar los puños.
Lo único que recuerdo del tan nombrado y callado momento, es el miedo, inmanejable, mucho, demasiado de él. Un tipo nuevo de miedo, uno que no había sentido jamás.
La pregunta que vino una vez recuperada la movilidad de mis huesos y la funcionalidad de mi cerebro fue: ¿Miedo a qué o a quién?
Miedo a sufrir mas de lo previsto, a ser mas feliz de lo imaginado, a enfrentar mounstros mas grandes que los estudiados, a vivir lo que nunca había vivido, a romper esquemas, a no cumplir expectativas, a causar lágrimas, a enamorar y enamorarme. A aparecer en sueños y que aparezca en los míos, a dejar los prejuicios del resto y los propios de lado, a que mi casa pensada se construya diferente, a cantar canciones que no conocía. A pensarla en demasiados tic tac del reloj, a escribir textos con su cara, a que se me erice la piel cuando me toca, a que sus palabras yo también las repita. A que llegue el día en que ya no pueda despegarme tan fácilmente, a sentir mi cama vacía si no está.
Pero el mas grande de todos los miedos y por absurdo e imposible que parezca, es que, por alguna razón, mis miedos en un instante cualquiera desaparezcan. El miedo más grande que existe, es que un día no quede ni un solo miedo por temer, y con ellos se vayan también mis deseos, mis planes, mis amores, mis sueños.
No puedo perderlos, me resisto a dejarlos ir. Miedos, estoy aquí para ustedes, no voy a moverme, los necesito. Miedos quiero seguir temiéndolos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Sin nombre

No quiero llamar a las cosas por su nombre,
no quiero ponerle letras a tus rulos,
tu sonrisa para mi no tiene etiquetas,
ni tus besos pueden enumerarse.

No necesito decirte mi nada,
no existe clasificación que nos sirva,
intentarlo es inútil,
al diccionario lo escribieron personas desconocidas.

Una frase puede resultar catastrófica,
puedo salir corriendo antes de que la digas,
no quiero que seamos parte de un logo,
no quiero un "yo también" sin sentido.

Seguramente lo que nos pasa es diferente,
¿sirve de algo ensayar un sonido que nos abarque?
una palabra para las dos todavía no se escribe,
no digamos nada, no necesitamos decirlo.

Sólo espero que no esperes escucharla,
me taparía los oídos para que tampoco me la digas,
no quiero asustarme todavía,
no quiero llamar a las cosas por su nombre.

martes, 31 de agosto de 2010

Ser yo

Nací, me dijeron Mariana,
me dijeron invierno,
me dijeron cruz y cristo,
me dijeron nena, me dijeron hijos.

Me dijeron pelo largo ,
uñas pintadas,
tacos altos y boca limpia,
piernas cerradas, delantal de cocina.

Moños y muñecas
buena cara,taparse la boca,
no mostrar la bombacha,
me dijeron que no si mis dedos jugaban con mi cuerpo.

Me dijeron colegio,
mover la cola a escondidas,
besar a mi gato en silencio,
pedir perdón todo el tiempo, buenos días, permiso y gracias.

Discutir sin gritar,
confrontar lo suficiente,
escuchar sin tener ganas,
asentir con la cabeza sin bajarla demasiado.

Entrar con los pies en puntitas,
emborracharse y no decirlo,
enamorarse sin penetrar, tocar con cuidado,
fumar y lavarse las manos.

Que me gusten los nenes buenos,
que las nenas no duerman conmigo,
que nadie se entere de mi cama mojada,
que si lloro sea con ganas.

Las voces continúan,
lecciones en mi cabeza,
moral, valores, desencia,
palabras vacías que siempre regresan.

Hoy decido dejarlas, borrarlas,
intentar por un minuto ser yo sin decir lo correcto,
ser yo sin ser Mariana, ser yo sin ser ustedes,
ser yo sin que me digan.

lunes, 30 de agosto de 2010

Canciones sin cuna

Mirandome y pensando para adentro,
si me fui, si estoy acá, sola o con vos.
Con miedo a mirar muy fuerte o a moverme lento,
a sentirte cerca o quererte lejos.

Con ganas de escaparme atada, de correr inmóvil,
de gritar silencio, de bailar estátil.
Acariciarte sin tocarte, besarte con el pensamiento,
hacerte dormir sin canciones, empujarte si hace falta.

Sin razones, explicaciones,
sin libretos,sin oraciones bien redactadas,
odiando despedidas,la gente que dice entender,
horas inútiles diciendo siempre lo mismo, sin querer decirlo.

Un abrazo sin sabor, un orgasmo sin dolor,
miradas que esperan, círculos incómodos,
sonrisas que molestan, manos que señalan.

Un llanto para conformar, cejas que quieren subir,
carcajadas que se aguantan, deseos que se reprimen,
mis piernas que se frucen, cuando en realidad quieren moverse.

Viento que llega a mi cara,
sin intentos de taparme, abro los brazos,
lo espero, te espero.

No hay promesas, intentos,voluntades, restricciones,
hacemos si hay ganas, saltamos el agua,
nos tocamos felices, cantamos canciones sin cuna.

domingo, 18 de octubre de 2009

Llora gingante verde

El gigante lloraba desconsolado, sus lágrimas dulces caían sobre mi cara, yo lo miraba mientras trataba de comprender, pero estaba muy lejos de mí. Decidí subir a sus brazos, a lo más alto de su cuerpo, trepar por sus ramas y acariciar su pelo. Al llegar pude ver un abanico que se abría ante mis ojos, un mundo nuevo, totalmente desconocido para mí. Pude ver gente sufriendo, caras con miedo, personas que iban de un lugar a otro sin detenerse, indiferencia. Pude ver niños que no jugaban, libros sin ser leídos, reyes cómodos en sus tronos, comida que no existía. Pude ver personas desapareciendo en las calles, otras apareciendo en la tele, manos sin estrecharse, teorías sin cuestionarse. Pude ver a la imaginación destruida, al canto amordazado, los ojos vendados y a la quietud de las piernas. Pude ver la monotonía de los días y las noches, tanta cercanía y distancia a la vez, mujeres apretadas en sus ropas con tacos altos sin poder correr. Pude ver hombres aceptando sin preguntar, decisiones tomadas al azar, manos curtidas de trabajo y otras tantas untadas con crema. Pude ver soledades eternas, promesas sin cumplirse, amigos con cables y sin cara, historias de afuera y sin traducción. Pude ver sueños sin lugar, luchadores despojados de sus armas, minutos convirtiéndose en plata, tapones en las orejas y cada uno en su casa. Pude ver a viejos abandonados, a artistas como locos encerrados, a jóvenes callados, a revoluciones sin hacerse. Pude entender el llanto del gigante, llora y llora gigante verde, como también ahora lloro yo.

Ausencia

Llorando mi ausencia me levante, deseando volver a vos. A tus olores de azahares, de jazmines, de calles de tierra mojada. Volver a mi infancia, a mi plaza de naranjos y bicicletas, de hamacas y de inocencia. A mi cuadra de mujeres criticonas, y de niños inquietos, de veredas muy chiquitas y de perros vagabundos. A mis días de sueños despierta, de charlas imaginarias en la puerta, de correr sin importar a donde, de un gran sueño de amor correspondido. Volver a mis tías contándome cuentos, a la larga espera de mi mama por las noches, a las interminables luchitas con mi hermana, y después las reconciliaciones. A mi viejo invitándome a creer, a los domingos de sol en el patio, al algarrobo abriendo sus brazos, a tus montañas al alcance de la mano. Volver a los libros con finales felices, a los besos sentidos, al caer sin tener que levantarse solo, a la promesa de un futuro maravilloso. A tu lluvias tan esperadas, a tus vientos soplando con fuego, a tu gente de pies descalzos, y a los que tienen memoria. Volver a vos mi casa, a los recuerdos que no quiero perder, a las alegrías que quisiera revivir, y a las tristezas que no podría olvidar.

sábado, 17 de octubre de 2009

Esperanza quebrada

Quiero cerrar los ojos,
Quiero dejar de mirarme,
Quero alejarme de mí,
Quiero salir de aquí dentro.

Que mi cuerpo se seccione,
Que mi cabeza sea sin mi alma,
Que mis dedos sean sin mis manos,
Que mi vientre sea sin mi mente.

Correr al sentimiento,
Matar al pensamiento,
Prender fuego las lágrimas,
Acabar con el dolor.

No quiero pensarte,
No quiero desearte,
No quiero quererte,
No quiero llamarte.

Tu respuesta incierta,
Tu señal ambigua,
Tu querer hoy,
Y no se mañana.

Olvidar tus manos en mi cintura,
Tus ojos en mi cara,
Tus dedos en mi boca,
Tus piernas con las mías.

Terminar, debo terminar,
Aceptar la realidad penetrante,
Cortar un hilo infinito,
Llorar tu adiós para siempre.