domingo, 18 de octubre de 2009

Llora gingante verde

El gigante lloraba desconsolado, sus lágrimas dulces caían sobre mi cara, yo lo miraba mientras trataba de comprender, pero estaba muy lejos de mí. Decidí subir a sus brazos, a lo más alto de su cuerpo, trepar por sus ramas y acariciar su pelo. Al llegar pude ver un abanico que se abría ante mis ojos, un mundo nuevo, totalmente desconocido para mí. Pude ver gente sufriendo, caras con miedo, personas que iban de un lugar a otro sin detenerse, indiferencia. Pude ver niños que no jugaban, libros sin ser leídos, reyes cómodos en sus tronos, comida que no existía. Pude ver personas desapareciendo en las calles, otras apareciendo en la tele, manos sin estrecharse, teorías sin cuestionarse. Pude ver a la imaginación destruida, al canto amordazado, los ojos vendados y a la quietud de las piernas. Pude ver la monotonía de los días y las noches, tanta cercanía y distancia a la vez, mujeres apretadas en sus ropas con tacos altos sin poder correr. Pude ver hombres aceptando sin preguntar, decisiones tomadas al azar, manos curtidas de trabajo y otras tantas untadas con crema. Pude ver soledades eternas, promesas sin cumplirse, amigos con cables y sin cara, historias de afuera y sin traducción. Pude ver sueños sin lugar, luchadores despojados de sus armas, minutos convirtiéndose en plata, tapones en las orejas y cada uno en su casa. Pude ver a viejos abandonados, a artistas como locos encerrados, a jóvenes callados, a revoluciones sin hacerse. Pude entender el llanto del gigante, llora y llora gigante verde, como también ahora lloro yo.

Ausencia

Llorando mi ausencia me levante, deseando volver a vos. A tus olores de azahares, de jazmines, de calles de tierra mojada. Volver a mi infancia, a mi plaza de naranjos y bicicletas, de hamacas y de inocencia. A mi cuadra de mujeres criticonas, y de niños inquietos, de veredas muy chiquitas y de perros vagabundos. A mis días de sueños despierta, de charlas imaginarias en la puerta, de correr sin importar a donde, de un gran sueño de amor correspondido. Volver a mis tías contándome cuentos, a la larga espera de mi mama por las noches, a las interminables luchitas con mi hermana, y después las reconciliaciones. A mi viejo invitándome a creer, a los domingos de sol en el patio, al algarrobo abriendo sus brazos, a tus montañas al alcance de la mano. Volver a los libros con finales felices, a los besos sentidos, al caer sin tener que levantarse solo, a la promesa de un futuro maravilloso. A tu lluvias tan esperadas, a tus vientos soplando con fuego, a tu gente de pies descalzos, y a los que tienen memoria. Volver a vos mi casa, a los recuerdos que no quiero perder, a las alegrías que quisiera revivir, y a las tristezas que no podría olvidar.

sábado, 17 de octubre de 2009

Esperanza quebrada

Quiero cerrar los ojos,
Quiero dejar de mirarme,
Quero alejarme de mí,
Quiero salir de aquí dentro.

Que mi cuerpo se seccione,
Que mi cabeza sea sin mi alma,
Que mis dedos sean sin mis manos,
Que mi vientre sea sin mi mente.

Correr al sentimiento,
Matar al pensamiento,
Prender fuego las lágrimas,
Acabar con el dolor.

No quiero pensarte,
No quiero desearte,
No quiero quererte,
No quiero llamarte.

Tu respuesta incierta,
Tu señal ambigua,
Tu querer hoy,
Y no se mañana.

Olvidar tus manos en mi cintura,
Tus ojos en mi cara,
Tus dedos en mi boca,
Tus piernas con las mías.

Terminar, debo terminar,
Aceptar la realidad penetrante,
Cortar un hilo infinito,
Llorar tu adiós para siempre.

Las palabras del cuerpo

Hoy quiero que me digas,
Hoy quiero decirte,
Pido a las palabras que vengan,
Les grito desde aquí, y no salen.

Las busco en los libros,
En alguna canción bonita,
Las llamo con los brazos,
Las pienso en mi cabeza, y no salen.

Digo algunas, digo otras,
No son ellas las que quiero,
Me encadeno a ellas solo por desesperación,
Aparezcan, ¿no lo entienden?, y no salen.

¿Vendrán alguna vez a mi boca?,
¿Mi voz podrá pronunciarlas?,
¿Debo resignarme al eterno silencio?,
Mire en el diccionario una y otra vez, y no salen.

Por fin lo entiendo,
Se que no vendrán,
No serán mis labios quien las digas,
Ni será mi vos quien las pronuncie.

El sonido no es necesario,
Todas se han sintetizado en mi cuerpo,
En mis manos al tocarte,
En mis ojos al mirarte.

Hoy sentí tu cuerpo,
Hoy respiré tu olor,
Hoy te bese, te acaricie,
Hoy pude decirte, las palabras ya no las necesito,
Hoy salieron.

Deseo

Me acerque a el, lo mire, lo seguí mirando. Nunca en mi vida había visto una cara como la suya, jamás había encontrado una sonrisa tan sincera. Tuve miedo, pero el misterio que me producía su mirada era mucho mas fuerte que cualquier sentimiento que pudiera alejarme de el. Fue tan difícil sobrellevar la contradicción de aquel, que por primera vez, puede percibir con todos sus sentidos al ser mas autentico y simple, un ser tan pequeño, frágil, y vulnerable, pero con la capacidad de lograr hasta en el mas cruel de los gigantes un mundo de los mas variados sentimientos. No quise detenerme, preferí que mi cuerpo reaccionara solo ante semejante acontecimiento. Mis piernas comenzaron a moverse solas, y mis brazos, como empujados por una fuerza mágica decidieron acercarse a la criatura. Supe en ese instante que mi cuerpo era mucho mas inteligente que yo, estaba convencido de querer aferrarse a ese otro cuerpo tan hermoso. Fue entonces cuando mi dedo índice tomo la iniciativa. Se separo de los demás como si quisiera salirse de mi mano, como si quisiera integrarse en el rostro del pequeño y dormirse ahí por siempre. Al tocarlo todo mi yo se estremeció. Creí que por un momento mi cerebro se había detenido y la sangre corría desesperada por mis venas como si quisiera salirse de mí.
No pude seguir en silencio, hable, pregunte: ¿De que lugar extraño saliste, como es que podes causar todo esto en mí?
Me miro desde abajo, tomándose de mi pierna, y dijo: vengo del mismo lugar que vos, lo único que cambió es el recuerdo.
¿Cómo el recuerdo? Volví a preguntar.
El recuerdo que vos olvidaste, y el que yo te vine a recordar.
En ese preciso momento pude comprender, que aquello que siempre había querido ser, reaparecía antes mis ojos de la manera más simple, y se convertía así en el deseo mas profundo que jamás podría volver a abandonar.